«Cariño, tenemos que hablar»
Hablar las cosas en pareja es un arma poderosa. Lo que pasa es que las armas pueden usarse para bien y para mal. Por eso no basta con «hablar las cosas». Hay que aprender a usar las palabras para que no hieran, para que nos ayuden a mejorar la relación. En el anterior post hablaba de aprender a decirse las cosas. ¿Y tú? ¿Sabes cómo se dicen las cosas en la pareja? Todos hemos oído eso de «más vale una vez colorado que ciento amarillo». Decir las cosas tal cual, sin pensarlas. Y tú ¿cómo crees que conviene decirse las cosas?
19 de marzo 2021
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Hablar las cosas es fundamental. Lo sabemos todos. Es el camino que tenemos las personas para entendernos mejor. Con los hijos hay que hablar las cosas para enderezarlas. En el trabajo, igual: si hay algo que no nos gusta, lo mejor es hablarlo. Y, si un compañero de la oficina no hace bien las cosas, mejor decírselo a solas antes de que alguien explote. Es la mejor manera de aclararlas y de conseguir que todos estemos mejor.
Hay refranes populares que son sabios. Otros no tanto. «Más vale una vez colorado que ciento amarillo». Es uno de ellos. Yo lo he oído muchas veces. Casi siempre surge acompañando a situaciones en las que uno ha dicho más de lo que debía, pero que lo utiliza en su defensa, porque pensó que era mejor decir algo que no decir nada y … resignarse a permanecer cien veces amarillo. Así que, mejor soltarlo y decirlo todo y quedar «una vez colorado». Sí, mejor decirlo que no decir nada.
Y es que no decir nada no es buena estrategia. En eso sí acierta el refrán popular: «ciento amarillo» no compensa. No “renta”, como dicen ahora los jóvenes. Los expertos en psicología lo han estudiado y también opinan que no es una buena estrategia. Dicen que se trata de una actitud pasiva en que, en el fondo, uno no se respeta a sí mismo. Las cosas, cuando no van bien, hay que decirlas. No decirlo es perder el respeto por uno mismo. Conclusión: «Ciento amarillo», mejor no.
Pero entonces, ¿mejor «una vez colorado»? El problema es que entonces a quien no respetamos es al otro. Porque si no se miden las palabras, se termina fácilmente hiriendo al otro. Así que hay que aprender a medirlas: decir las cosas, pero con tanto cariño, tanta comprensión y tanta empatía que las palabras no causen dolor. El objetivo es conseguir que el otro cambie, o, por lo menos, que se haga consciente de cómo nos sentimos. El objetivo no es herir al otro, no es hundirle ni humillarle. Es hacerle consciente… y, si me apuras, que sepa también que se lo decimos con la mejor intención, con cariño. Eso es la asertividad.
La asertividad se utiliza para decir las cosas con la intención de que el otro cambie, o de que sea consciente de algo, pero sin herir. Es respetar a otro y respetarse a sí mismo. Ni una vez colorado ni ciento amarillo: mejor una vez asertivo. Y todos salimos ganando. Lo contrario de la asertividad serían los reproches, de los que hablaremos en el próximo post.
Para hablar de forma asertiva hay muchas fórmulas mágicas. A mí me gusta resumirla con una frase: «Yo sé que no te das cuenta, pero yo me siento X cuando tú Y». (como es lógico, aquí sustituyes X e Y por lo que sea oportuno en cada momento). Para hablar las cosas en pareja, lo mejor es, además, aderezarlo con una sonrisa, una mirada de cariño y, si me apuras, un beso: Así quedaría: «Cariño, yo sé que no te das cuenta, pero cuando llegas a casa y te vas directamente al ordenador sin darme un beso yo no me siento querido» (o querida, ojo, que puede ser cualquiera de los dos)» – aquí puede venir el beso, el guiño o lo que quieras – «A mí me encantaría que llegaras a casa, me dieras primero un beso y me preguntaras qué tal me ha ido el día y ya luego ya te pusieras con el ordenador o con lo que quieras»
¿Ves? ¿A que no es tan difícil? Hablar las cosas, sí. Pero aprender a decirlas, también. Ni una vez colorado ni ciento amarillo. Mejor una vez, asertivo: «Yo sé que no te das cuenta, pero yo me siento X cuando tú Y». Y, entonces, hablar las cosas nos ayuda a estar más unidos. Más estables, más felices. Nos ayuda a ser una pareja que funciona.
Fernando Poveda
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