Crisis: A veces el problema no es lo que pensábamos 

Las crisis en la pareja llegan. Si no han llegado, van a llegar. Sinceramente, creo que son difícilmente evitables. Tarde o temprano, mayores o pequeñas. Llegan. Como las curvas en un camino, como las cuestas arriba y las cuestas abajo en la subida a un monte. Llegan. Y lo importante es saber cómo afrontarlas para que os ayuden a crecer en la pareja. Que os ayuden a estar más cerca el uno del otro. Que os acerquen, más que alejaros el uno al otro. Y para saber afrontarlas hay un punto crucial: identificar el problema, para resolverlo o para buscar la mejor solución. ¿Y sabes dónde suele estar el problema?

06 de diciembre 2020

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Tu pareja no era el impostor

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Muchas veces esa es la pregunta clave: ¿dónde está el problema? Cuando en las escuelas de negocios se analiza un caso concreto para buscar soluciones, se analizan los hechos, luego se localiza el problema y, finalmente, se plantean diferentes posibles soluciones y los pros y contras de cada una para elegir la más beneficiosa. Identificar el problema. Ese es un primer paso en una crisis. Para luego resolverlo. Tiene lógica. En la pareja pasa un poco parecido. Quizás el análisis es un poco más complejo, pero la metodología debería ser la misma.

Y para analizar una crisis de pareja hay que hablar con las partes implicadas. Y, cuando hablas, casi siempre se recibe una retahíla de quejas sobre el otro: que si no me dice, o que si me dice una cosa o la otra. Que si no me demuestra lo que me quiere como yo quiero, o que si ya no siento lo que sentía antes… La propuesta de solución siempre suele venir por cada parte: el otro debería… El otro tendría que cambiar y hacer… Para cada una de las partes está muy claro que la solución ideal está en que el otro tiene que cambiar. Mucho o poco, pero tiene que cambiar algo. A veces mucho. A veces, incluso cosas que es imposible que cambien… Y puede llegar a ser frustrante, hasta el punto de pensar que, como no va a cambiar, a lo mejor el camino es tirar la toalla y llegar a la conclusión de que «somos incompatibles» o que «ya no tiene solución».

El otro día me llegó un «meme» de terapia de pareja en el que ponía: «Terapia: Ese lugar incómodo, donde se paga para descubrir que la culpa no es del otro». Me gustó. Porque refleja muy bien cómo hay que cambiar el chip. Para solucionar una crisis de pareja, pequeña o grande, para enderezarla y para que nos sirva para crecer juntos debes centrarte en lo que puedes hacer tú. Eso es lo único que puedes controlar. Lo que puede cambiar el otro (que no quiere decir que no sea necesario) no puedes controlarlo y querer cambiar puede llevarte a la frustración. Por eso, un segundo paso ante una crisis es: afronta el problema viendo qué puedes cambiar tú. No mires al otro, mírate al espejo ¿Que ves que el otro tiene que cambiar un 95% y tú un 5%? Pues céntrate en ese 5%. Eso sí depende de ti. Eso puedes cambiarlo y no es una frustración. Eso es la mejor solución. Cámbialo. Ponte a luchar por hacer algo tú por solucionarlo. Y si cada uno pone algo de su parte en vez de echar la culpa al otro, seguro que mejoráis juntos.

Mejorar juntos, crecer juntos. Ocuparse cada uno del porcentaje de solución que está en tu mano. Si empiezas por ahí tienes tu parte del camino recorrido. Y ya estás avanzando. Y creciendo. Entonces te das cuenta de que «la culpa no es del otro». O, utilizando una expresión que está más de moda: «tu pareja no era el impostor» 😉. Eso sí que es motivante y positivo. Eso es empezar bien: cambiando lo que puedes cambiar y siendo feliz haciendo todo lo que está de tu parte. 


Fernando Poveda

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